En este caso,
diré en primer lugar, que me vi en setenta y dos horas o menos, toda la serie de Los simuladores, las dos temporadas, la primera y la segunda: excelente, sin reparos: excelente, la aplaudo,
eso es televisión de calidad, esos son los programas que merecen ser hechos y
producidos y mirados(y también, por qué no, observados, y hasta pensados),
díganme quién no se quedó, después de mirarlos, con ganas de montar una agencia
similar, o hacer algo parecido, já; esta serie demuestra que sólo se
necesita creatividad, empeño y ganas de hacer bien las cosas, para lograr algo
muy bueno, e incluso de excelencia, como dije; lo demás sale solo,
principalmente considerando que se hizo con un presupuesto MUY bajo(esta última
particularidad muchos la ignoran), y mientras la Argentina y el Uruguay
se hundían a pique espiritual y económicamente luego de gobiernos nefastos,
etcétera. A este respecto, me permito citar el discurso “Un horizonte ante el
abismo” de Ernesto Sabato: “La
Argentina ha caído de la situación de país rico, riquísimo,
que yo en mi juventud conocí como la séptima potencia del mundo, a ser hoy una
nación arrasada por los explotadores y los corruptos, los de adentro y los de
afuera. Hundida en la miseria, sin plata para cubrir las más urgentes
necesidades de salud y educación; exigida permanentemente por las entidades
internacionales a reducir más y más el gasto público, siendo que no hay ya ni
gasas ni los remedios más elementales en
los hospitales, cuando no se cuenta ni con tizas ni con un pobre mapa en los
colegios; esos colegios que supieron ser, cuando yo era chico, un modelo de
educación, como de los mejores del mundo.” Ernesto Sabato, “España en los
diarios de mi vejez”, páginas 15 y 16, Primera edición, Seix Barral, Buenos
Aires, 2004.
Segundo:
somos iguales Lamponne y yo: nos hacemos los duros, los impenetrables, los que
estamos hechos de poco menos que de diamante(por la dureza, ¿eh?), y por dentro
somos unos dulces de leche con chocolate, almendras y almíbar, a pesar de que
nos moleste el excesivo, desmedido romanticismo de tipos como Medina, y en
ocasiones no nos agrade mucho el permanente estado jocoso de Ravenna, y a veces
nos embrome un poco que Santos nunca se moleste siquiera en darnos las gracias,
somos unos caramelitos, y de ello pueden dar fe las mujeres que, al menos a mí,
me conocieron, me conocen… ¿me recuerdan? A lo mejor…
A todas ellas,
gracias. Creé todo este texto, toda la introducción anterior, para
homenajearlas a ustedes, a pesar de que ninguna pueda ver(casi seguro) mi pequeño, humilde
homenaje, y a pesar de que a ninguna la veo yo actualmente; vaya desde aquí mi saludo y mi agradecimiento, pues todas contribuyeron,
incluso en ocasiones desde la maldad o/y la indiferencia, a hacerme cada vez
mejor, a afilarme la mirada al respecto de cosas que antes ignoraba por
completo, sobre secretos que consideraba insondables, y sobre los que ahora
entiendo un poquito más(un poquito, ¿eh? No mucho, já já, no mucho por mi
natural, mi humana incapacidad como varón, para entender a las mujeres; aunque…
es como los trucos de magia: si uno los aprehende[con hache e en el medio,
¿eh?], si le son explicados, si comprende dónde está la trampa, pierden la
gracia y el encanto, así que no me preocupa mucho). Además, ustedes no
pretenden ser entendidas, sino queridas y amadas, con todo lo que ello conlleva
y se merecen. Sin que nosotros nos dejemos embromar gratuitamente y sin motivo, lógico.
… quizá me puse
algo poético antes del paréntesis anterior, mas sin duda se lo merecen: tanto
aquellas con quienes estuve, como las señoritas con las que no, por voluntad de
ellas o mía, o por factores externos a ambos que impidieron la concreción, lo mismo
da.
Abajo el
romanticismo, pero me surgió así, antes de dormirme bajo esta furiosa lluvia, y
rodeado de goteras y de las grietas que dibujan los rayos en la negrura del
cielo.
Equis.