jueves, 28 de febrero de 2013

Homenaje

   En este caso, diré en primer lugar, que me vi en setenta y dos horas o menos, toda la serie de Los simuladores, las dos temporadas, la primera y la segunda: excelente, sin reparos: excelente, la aplaudo, eso es televisión de calidad, esos son los programas que merecen ser hechos y producidos y mirados(y también, por qué no, observados, y hasta pensados), díganme quién no se quedó, después de mirarlos, con ganas de montar una agencia similar, o hacer algo parecido, já; esta serie demuestra que sólo se necesita creatividad, empeño y ganas de hacer bien las cosas, para lograr algo muy bueno, e incluso de excelencia, como dije; lo demás sale solo, principalmente considerando que se hizo con un presupuesto MUY bajo(esta última particularidad muchos la ignoran), y mientras la Argentina y el Uruguay se hundían a pique espiritual y económicamente luego de gobiernos nefastos, etcétera. A este respecto, me permito citar el discurso “Un horizonte ante el abismo” de Ernesto Sabato: “La Argentina ha caído de la situación de país rico, riquísimo, que yo en mi juventud conocí como la séptima potencia del mundo, a ser hoy una nación arrasada por los explotadores y los corruptos, los de adentro y los de afuera. Hundida en la miseria, sin plata para cubrir las más urgentes necesidades de salud y educación; exigida permanentemente por las entidades internacionales a reducir más y más el gasto público, siendo que no hay ya ni gasas  ni los remedios más elementales en los hospitales, cuando no se cuenta ni con tizas ni con un pobre mapa en los colegios; esos colegios que supieron ser, cuando yo era chico, un modelo de educación, como de los mejores del mundo.” Ernesto Sabato, “España en los diarios de mi vejez”, páginas 15 y 16, Primera edición, Seix Barral, Buenos Aires, 2004.

   Segundo: somos iguales Lamponne y yo: nos hacemos los duros, los impenetrables, los que estamos hechos de poco menos que de diamante(por la dureza, ¿eh?), y por dentro somos unos dulces de leche con chocolate, almendras y almíbar, a pesar de que nos moleste el excesivo, desmedido romanticismo de tipos como Medina, y en ocasiones no nos agrade mucho el permanente estado jocoso de Ravenna, y a veces nos embrome un poco que Santos nunca se moleste siquiera en darnos las gracias, somos unos caramelitos, y de ello pueden dar fe las mujeres que, al menos a mí, me conocieron, me conocen… ¿me recuerdan? A lo mejor…

   A todas ellas, gracias. Creé todo este texto, toda la introducción anterior, para homenajearlas a ustedes, a pesar de que ninguna pueda ver(casi seguro) mi pequeño, humilde homenaje, y a pesar de que a ninguna la veo yo actualmente; vaya desde aquí mi saludo y mi agradecimiento, pues todas contribuyeron, incluso en ocasiones desde la maldad o/y la indiferencia, a hacerme cada vez mejor, a afilarme la mirada al respecto de cosas que antes ignoraba por completo, sobre secretos que consideraba insondables, y sobre los que ahora entiendo un poquito más(un poquito, ¿eh? No mucho, já já, no mucho por mi natural, mi humana incapacidad como varón, para entender a las mujeres; aunque… es como los trucos de magia: si uno los aprehende[con hache e en el medio, ¿eh?], si le son explicados, si comprende dónde está la trampa, pierden la gracia y el encanto, así que no me preocupa mucho). Además, ustedes no pretenden ser entendidas, sino queridas y amadas, con todo lo que ello conlleva y se merecen. Sin que nosotros nos dejemos embromar gratuitamente y sin motivo, lógico.

   … quizá me puse algo poético antes del paréntesis anterior, mas sin duda se lo merecen: tanto aquellas con quienes estuve, como las señoritas con las que no, por voluntad de ellas o mía, o por factores externos a ambos que impidieron la concreción, lo mismo da.

   Abajo el romanticismo, pero me surgió así, antes de dormirme bajo esta furiosa lluvia, y rodeado de goteras y de las grietas que dibujan los rayos en la negrura del cielo.

Equis.


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